Manuel ha herido a un policía y se ha dado a la fuga, refugiándose en casa de su tío. No sabe el alcance de la lesión pero su tío le aconseja que desaparezca: sea cual sea la gravedad, darán con él y pasará un largo tiempo en la cárcel. Manuel no tiene otra opción que escapar aprovechando la noche y se refugia en un pueblo perdido y abandonado, un pueblo al que ambos deciden llamar Zarzahuriel. Allí, a pesar de no contar con casi nada y subsistir de milagro, Manuel descubre su vida chula. Solo tiene contacto telefónico con su tío, que le ayuda en lo que puede desde la distancia. La paz, la tranquilidad y la libertad que Manuel respira en Zarzahuriel no le hacen echar en falta nada, al contrario, su precariedad es lo que le acerca, hasta casi tocarla, a la felicidad. Y esto es así hasta que una familia urbanita, los mochufas, como él los llama, decide disfrutar la vida rural y adquiere y se instala en otra de las casas abandonadas de Zarzahuriel. Esta convivencia inesperada trastocará la existencia de Manuel y ensuciará para siempre su paraíso.
David Serrano dirige la adaptación teatral llevada a cabo por Jordi Galcerán y Jaume Buixó de la novela de Santiago Lorenzo que, gracias a un lenguaje radical e inclasificable, dota a la historia de un sentido del humor nada usual.